Como primera entrada, se darán a conocer aspectos básicos de las manías en los niños, resaltando y destacando información extraída de diferentes fuentes para obtener una información clara y precisa.
Por manía se conoce "un estado de hiper-excitación de las funciones psíquicas caracterizado por la exaltación del humor y el desencadenamiento de las pulsiones instintivoafectivas" (Henri Ey). Es así como la liberación desordenada y excesiva se manifiesta por igual en los dominios psíquicos, psicomotor y neurovegetativo, lo que provocaría la fenomenología propia de esta patología.
Lo primero es entender el por qué de sus manías. A menudo, los adultos olvidamos que el niño debe enfrentarse a numerosas situaciones nuevas que le son impuestas y esto le crea inseguridad. El hecho de que las cosas pertenezcan estables en su entorno consigue hacerle pensar que tiene control sobre lo que le pasa. Las conductas rituales tienen un significado especial para quien las realiza. Suelen ser irracionales pero son útiles porque alivian la tensión y transmiten tranquilidad.
Las manías infantiles son transitorias. En ocasiones, estos pequeños rituales se multiplican, en otras desaparecen por completo. Hay que afrontarlas con comprensión y paciencia. Si la manía del niño es “llevadera” lo mejor es aceptarla y dejar que se le pase con el tiempo. Eso sí, no fomentes la manía recordándosela cuando se le olvide.
Pero si la manía del niño se convierte en un problema porque es peligrosa o trastoca la vida familiar, lo más adecuado es acabar con la conducta. El niño protestará pero con firmeza, mano izquierda y dulzura, irá entrando en razón.
¿Cómo quitar las manías a los niños?
La mayoría de estas conductas desaparecen con la edad, pero hay excepciones. Suelen persistir cuando son producto de situaciones de gran ansiedad y cuando son reforzadas por los padres, bien porque en un principio les hizo gracia o porque con su preocupación le prestan al niño mayor atención.
No existen fórmulas matemáticas para quitarlas, aunque sí ciertas actitudes que ayudan a minimizarlas y a fomentar hábitos positivos, como, por ejemplo, ignorar la conducta del niño y desviar su atención hacia algo más útil que le mantenga las manos y la mente ocupadas.
En cualquier caso, hay que evitar regañar o castigar al niño. Criticarle o dejarle en ridículo puede hacer que el comportamiento empeore. Y no estaría de más recompensar al niño cuando demuestre autocontrol. No obstante, igual que los hábitos tardan tiempo en instalarse, también tardarán algún tiempo en sustituirse por comportamientos alternativos.
Por manía se conoce "un estado de hiper-excitación de las funciones psíquicas caracterizado por la exaltación del humor y el desencadenamiento de las pulsiones instintivoafectivas" (Henri Ey). Es así como la liberación desordenada y excesiva se manifiesta por igual en los dominios psíquicos, psicomotor y neurovegetativo, lo que provocaría la fenomenología propia de esta patología.
Lo primero es entender el por qué de sus manías. A menudo, los adultos olvidamos que el niño debe enfrentarse a numerosas situaciones nuevas que le son impuestas y esto le crea inseguridad. El hecho de que las cosas pertenezcan estables en su entorno consigue hacerle pensar que tiene control sobre lo que le pasa. Las conductas rituales tienen un significado especial para quien las realiza. Suelen ser irracionales pero son útiles porque alivian la tensión y transmiten tranquilidad.
Las manías infantiles son transitorias. En ocasiones, estos pequeños rituales se multiplican, en otras desaparecen por completo. Hay que afrontarlas con comprensión y paciencia. Si la manía del niño es “llevadera” lo mejor es aceptarla y dejar que se le pase con el tiempo. Eso sí, no fomentes la manía recordándosela cuando se le olvide.
Pero si la manía del niño se convierte en un problema porque es peligrosa o trastoca la vida familiar, lo más adecuado es acabar con la conducta. El niño protestará pero con firmeza, mano izquierda y dulzura, irá entrando en razón.
¿Cómo quitar las manías a los niños?
La mayoría de estas conductas desaparecen con la edad, pero hay excepciones. Suelen persistir cuando son producto de situaciones de gran ansiedad y cuando son reforzadas por los padres, bien porque en un principio les hizo gracia o porque con su preocupación le prestan al niño mayor atención.
No existen fórmulas matemáticas para quitarlas, aunque sí ciertas actitudes que ayudan a minimizarlas y a fomentar hábitos positivos, como, por ejemplo, ignorar la conducta del niño y desviar su atención hacia algo más útil que le mantenga las manos y la mente ocupadas.
En cualquier caso, hay que evitar regañar o castigar al niño. Criticarle o dejarle en ridículo puede hacer que el comportamiento empeore. Y no estaría de más recompensar al niño cuando demuestre autocontrol. No obstante, igual que los hábitos tardan tiempo en instalarse, también tardarán algún tiempo en sustituirse por comportamientos alternativos.
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